sábado, 28 de noviembre de 2009

Kinepolis: Orientación a los resultados: no al cliente.




… Y DICEN QUE EL CINE SE MUERE.

Kinepolis: orientación a resultados, no al cliente.

Estamos en crisis, le pese a quien le pese y la realidad es que muchas familias recortamos el gasto en la medida de lo posible. Al fin y al cabo es lo que se dictan los informes y estudios de mercado de nuestro pais.

Pues igual que hay empresas que se apoyan el sentimiento del consumidor para darle facilidades, incentivar el consumo y permitir que la reactivación económica sea una realidad, hay otras que parece que naveguen a contracorriente. Estoy hablando de Kinepolis.

Al final de una semana en la que han aflorado diferentes opiniones, no exentas de polémica, sobre el cine y su financiación, me estrello de morros con una Empresa del sector alejada de lo único que podría garantizar su pervivencia: el cliente.

Sin más preámbulos voy a relatar lo acontecido y que cada uno extraiga sus propias conclusiones (agradeceré comentarios al respecto).

Viernes 27 de noviembre, 17h. Mi hijo de 5 años sale del “cole” y decido darle una sorpresa y llevarlo al cine a ver la película “Planet 51”. Estuvo malito a principios de semana (un constipado sin importancia, pero con mucha fiebre y mucho moquito) y como premio a lo buen enfermo que fue y a lo bien que se ha portado en clase, creímos su madre y yo que se merecía un premio.

Así pues nos dirigimos a Kinepolis en Paterna (Valencia) y sacamos las entradas. Pero cuando nos dirigimos hacia las salas, una señorita nos dice que el niño no puede entrar con la botellita de agua que llevaba en la mano. Cortesmente le explico que como ha estado malito debe beber sorbitos de agua para los moquetes de la garganta. Le pregunto que cómo es posible que no se pueda entrar con una botellita de agua a la sala.

Su respuesta no me la podía creer: “Sí se puede entrar agua y lo que se desee a la sala, pero ha de comprarlo dentro”.

Es decir que el negocio está montado de narices, no sólo hay que desembolsar 7,20€ por una entrada, sino que además de tirar una botella llena de agua recién comprada, he de pagar lo que a estos buenos señores se les antoje por otra seguramente de peor calidad.

Pues no, me niego, devuelvo las entradas, pese al disgusto de mi hijo. Ceder no sería más que aceptar su chantaje a través de las emociones de mi hijo. Mirando la enorme cola de padres con hijos empiezo a pensar si serán conscientes del abuso, pero recuerdo que estamos en España y nadie va a hacer lo que yo. Es más cómodo tragar y callar.

La verdad es que no entiendo nada, porque en atención al consumidor me dicen que no es denunciable. Pues entonces que tampoco se metan cuando en la publicidad orientada a los menores, se les utilize para coaccionar a los padres.

En fin, es una vergüenza. Pero preguntémonos: dónde tienen las salas de cine el negocio, en la proyección de películas o en la venta de productos a unos precios desorbitados con márgenes de infarto ya que si alguien quiere tomar algo, aunque sea agua, va a tener que “pasar por el aro”.

Por mí pueden cerrar todas estas macrosalas. Que vuelvan las salas tradicionales donde “el visite nuestro bar” era sólo si tú querías y donde los precios estaban en orden de mercado.

Para aquellos que aún no lo comprendan, les voy a poner un ejemplo: qué opinarían si cuando fuesen a un hotel, les impidiesen usar sus teléfonos móviles, de forma que, para comunicarse con el exterior, sólo pudiesen hacer uso de las líneas del recinto con tarifas que multiplicases por cinco las de los operadores móviles.