lunes, 6 de septiembre de 2010

¿SOMOS TODOS DE FIAR?

Está claro que no todo el mundo es de fiar. Lo bien cierto es que hay quien abogando por esta máxima termina por sospechar de todo el que le rodea y esto lo único que ocasiona es la pérdida de oportunidades. Oportunidades de conseguir nuevos amigos, de hacer negocios, ...

Recuerdo un viejo profesor que un día en una de sus clases planteó el siguiente dilema: "¿Creeis que para evitar que una persona, que seguro cometerá alguna mala acción a lo largo de su vida, sería adecuado que viviese por siempre con las manos atadas a la espalda?"

Por una mala persona que conocí, ¿he de desconfiar de quienes me rodean?

La respuesta es obviamente NO, pues unos pocos descerebrados sin escrúpulos no pueden ser quienes dicten tu forma de ser y de actuar.

No obstante, me voy a permitir hacer una sugerencia a aquellos que lean esta entrada.

Si quedas con alguien para tomar un café o para ir a jugar al fútbol, obviamente no es de excesiva relevancia si este personaje es una buena persona o si se dedica a la estafa. Pero en el momento que entre en tu vida o te propongas hacer un negocio con él, hay un ejercicio muy sano e higiénico que deberías hacer:

Usa GOOGLE y pon su nombre y apellidos entre comillas y a continuación pones la palabra ADMINISTRADOR. Puedes probar también a poner en lugar de ADMINISTRADOR, EMBARGO, SENTENCIA, o cualquier término que pudiera arrojar luz sobre la "salud" de tu posible colaborador.

Es sorprendente lo que puede llegar a aparecer.

jueves, 2 de septiembre de 2010

EL DIFUSO PERFIL DE UN ESTAFADOR

Erase una vez un sujeto conocido por todos por su carácter risueño, bromista y desenfadado. Gustaba a este personaje alagar a todos los que le rodeaban, alcanzando así una popularidad y protagonismo por encima de los demás. Se rodeaba de gente más joven (él ya pasaba de los cinco decenios) para garantizarse así la supremacía del grupo.


Bohemio como él solo, ocupaba su tiempo, o al menos eso decía él, en proveer de servicios a los más ilustres clientes de la zona, en lo que venía a ser su empresa, la que llamaremos Paciencia y Virtud (PyV). Por cierto, carente de actividad y estructura, no más allá de él mismo, su mujer y parece ser, algún becario, cosa que nunca pudimos constatar. Además siempre se jactaba de cobrar a sus clientes precios elevados, desorbitadamente elevados. No sé si para así destacar su supuesta calidad profesional o simplemente para posicionarse en un estatus social de elevado poder adquisitivo.


Nuestro carismático personaje, al que podemos llamar Don Guzmán de Vicuña (nombre claramente ficticio) se movía con gran comodidad en el entorno que nos era común, haciendo halago de su verborrea, palabras con doble sentido y su capacidad de narrar amenas historias.


Rondaba la primavera de 2010 cuando a un servidor, a quien conoce y con quien se relaciona por motivos que no vienen al caso y que logicamente son personales, le propone la participación en un proyecto sin competencia, que al parecer fue realizado para una empresa, hace unos tres años y que al parecer se fue al traste por “malentendidos entre sus socios”. Este proyecto usaba una tecnología, desarrollada por Don Guzmán, según él, fruto de sus largos años de trabajo en el campo de su "especialidad" (aparte de la estafa).


Como quiera que Don Guzmán era hábil preparando el terreno y el firmante se reconoce inexperto en la detección de caraduras y fácilmente influenciable emocionalmente, accedió a dicho proyecto. Pero claro, para poder revelar algo más sobre el misterioso asunto “había que comprometerse” y este ingenuo hizo un ingreso de una suma de dinero en la cuenta de Don Guzmán de Vicuña, a quien para abreviar a partir de ahora llamaremos DGV.


De forma paralela, logró engatusar a otro pardillo, a quien le sacó otro tanto y posteriormente integra en lo que él llama proyecto a otro personaje, éste empresario y bien relacionado. Tengo además la ligera impresión que utilizó mi somera relación personal para que yo avalase su credibilidad ante los demás, ante lo difuso de su "proyecto".


Fruto de los ingresos efectuados, emite unos recibos por conceptos tan abstractos como su honradez. Por si esto fuera poco, a cada uno de nosotros, nos dice que si algo no tuviéramos claro, nos retornaría las cantidades depositadas.


Metidos en harina, comenzamos a desarrollar lo que viene a ser un plan de negocio, un breve estudio de mercado y todo va cuadrando. Todo ello gracias a un sobreesfuerzo ya que todos tenemos nuestro trabajo y dedicamos festivos y noches a este menester. Por lo que parece estamos frente a una oportunidad de negocio importante y prometedora.


Pero “oh campos de soledad, oh mustios collados...” cuando empezamos a solicitar a DGV un presupuesto, un pliego de especificaciones, en definitiva, lo que viene a ser un PROYECTO para cualquiera de los mortales, comienzan las divagaciones, las palabras con doble sentido, los conceptos legales, que nuestro amigo tan bien maneja, al parecer fruto de sus anteriores “experiencias”. Se convierte en un talibán de la legalidad en materia de propiedad intelectual.


Todos sus correos son vagos, mal explicados, mal redactados. ¿Todos? No, todos no, tan sólo aquellos en los que demanda más dinero por conceptos que pretende vendernos junto al “proyecto” y que nunca se dignó a mostrar. Pretendía nuestro “amigo” limpiar su empresa de equipos obsoletos y vendérnoslos a precio de nuevos y actuales.


Así pues, pasamos de un proyecto prometedor a una relación de total dependencia, donde para cualquier cosa hay que poco menos que pedir permiso a este individuo, quien además queda al margen de la sociedad que hay que constituir. En esas condiciones, los tres participantes decidimos no continuar y solicitamos los reintegros que en su día prometió.


Reunidos en la sede de su empresa, nuevamente vacía y la cual parece congelada por el tiempo, nos dice que de devolvernos el dinero ni hablar, que eso no es así. Incluso dice a alguno de nosotros que no se acordaba de haber dicho eso.


Ante esta tesitura, le exigimos que nos entregue el proyecto. Nos dice que está preparado y que "vamos a salir al mercado con él y espero que sea con vosotros". También nos dice que cojamos el ordenador y nos lo llevemos. Lógicamente, no podemos llevarnos un equipo de más de 6 años por un valor 3 veces superior
a lo que hoy se está pagando por un equipo de gama muy alta. Nos dice que dentro está el software y todo lo que él “prometió”. Ahora viene lo bueno. Le digo directamente que junto al equipo, nos entregue el proyecto correctamente redactado. Ni corto ni perezoso me dice que lo redacte yo si quiero. Atónitos y para evitar tentaciones, decidimos abandonar su local, cutre y polvoriento.



Conclusiones:

Cómo es posible que un equipo destinado a un proyecto hace tres años, cuente con una antigüedad superior a seis.

¿Estamos realmente solos en el Universo? Quiero decir, ¿somos los únicos estafados o ya hubieron otros anteriormente?

Cómo un personaje que se jacta de su profesionalidad es incapaz de redactar un proyecto como Dios manda y manda una documentación cutre, salchichera y que ni un estudiante de primer curso tendría la vergüenza de firmar. Un profesional, no puede hacer un documento mezclando fuentes, sin criterios de maquetación y con contenidos extractados en parte de lo que le hemos ido trasmitiendo los estafados.


Además nos enteramos que toda su amabilidad y halagos, se tornan en insultos y bajezas tan pronto nos damos la vuelta. Y eso lo hace con todos los que se mueven en su entorno. CON TODOS, HASTA CON LOS QUE HA HECHO MÁS “AMISTAD”.



Reflexión:

Cuando se trate de negocios, seamos capaces de separar lo personal de lo estrictamente técnico. Exijamos siempre documentación con conceptos claros y concisos. Si algo no somos capaces de entenderlo, es porque probablemente no sea cierto, esconda segundas intenciones o carezca de solidez.
Esto lo tomaremos como un Máster. Algo caro dada su corta duración, pero que nos enseñará a los integrantes de aquel fiasco que las cosas hay que hacerlas de una sola manera: BIEN. Y bien quiere decir conforme a derecho. Cuando alguien se ofenda porque le preguntas dos veces lo que no has entendido, no pienses que eres tonto. Según el principio llamado “la navaja de Ockham”, la mayoría de veces, la respuesta más obvia y sencilla es la correcta. Y si es blanco y va en brick, será leche. Posiblemente caducada, pero leche.