martes, 13 de marzo de 2007

Pero... ¿Hasta cuándo hay que seguir estudiando?


Y aún recuerdo cuando estaba en Bachillerato y me "pelaba" las clases, o como se dice ahora, "hacía pellas". Todavía hoy lo estoy lamentando. Pensaba que el latín no servía para nada y tres cuartas partes de lo mismo con la historia. ¿Y las matemáticas y la física? Si total ya sabía sumar multiplicar… es mejor irse a jugar al futbolín o al “pac-man”.

Es ahora cuando, a menudo, recuerdo aquellas vivencias y reflexiono acerca de la forma de pensar de un muchacho de unos quince años. Simplemente no disponía de la información suficiente para estar motivado y adquirir los hábitos del estudio en aras a un mejor futuro. No basta con esa expresión tan manida de “estudia si quieres ser algo en la vida”. Demasiado abstracta.

A esas edades, basta que te impongan algo, para que te rebeles justo en el sentido opuesto. Lo que está claro es que la imposición no es la solución. Más bien es lo que no hay que hacer.

Tengo un hijo y ahora me planteo qué hacer con él. Aún es pronto, tan sólo tiene tres años y dispongo de algo de tiempo para planificar la mejor manera de motivarlo y crear en él el hábito del estudio y las ganas por aprender y estar preparado ante un futuro incierto.

A veces me sorprendo analizando lo que hacía antes y lo que hago ahora. O mejor, la forma de pensar de cuando era un chavalín y la forma de pensar actual. Antes no estudiaba, ni leía ni nada. Ahora busco desesperadamente cursos de materias interesantes, acudo a conferencias y seminarios, estoy haciendo un curso de postgrado y suelo llevar al retortero dos o tres libros.

Algo ha cambiado. ¿Pero qué?

Ahora veo claramente que si quiero conseguir algo, ha de ser a base de adquirir más y más conocimientos.

Luego lo que ha cambiado es que ahora tengo una meta y antes no. Ahora sé que quiero conseguir algo y sé cómo. No es que antes no tuviese una meta, que sí que la tenía, sino que el horizonte era más inmediato. Pasarlo bien.

Ahora me planteo metas como por ejemplo mejorar en materia profesional persiguiendo el objetivo de poder desplegar mis conocimientos en un proyecto de empresa. Otra meta es disponer de una mayor capacidad económica. O aumentar mi formación en otras áreas. En definitiva progresar y dar a lo mejor a mi familia.

Podríamos decir que tengo las ideas más claras. Cada vez soy más consciente de lo que me queda por aprender y ése es un buen indicador de mis capacidades. Y partiendo de todo lo dicho, pretendo inculcar a mi hijo la necesidad de disponer de una meta a largo plazo con el fin de que aproveche lo que yo no supe aprovechar.

Porque el tener conocimientos y una sólida formación es lo que puede marcar la diferencia entre estar en un estatus medio-alto o estar en el segmento mileurista. Aunque una clara excepción son los profesionales, pero ese es otro capítulo.

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